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La estética del Destino Manifiesto en las letras y las artes II

Como vimos en la segunda parte, dos escritores estadounidenses, consagrados en Europa -sin contar a Henry James que devino escritor británico-, decidieron incursionar del otro lado del Atlántico a la procura de argumentos para sus novelas. Mark Twain lo hizo en dos oportunidades: en su primera novela histórica El príncipe y el mendigo y después en la parodia del mundo de los caballeros de la Mesa Redonda en Un yanqui de Connecticut en la corte del rey Arturo.

Por su parte, Jack London, que pretendió partir desde Londres para cubrir como corresponsal la Guerra de los Boers, quedó varado en la ciudad en 1902 cuando el periódico para el que trabajaba canceló el contrato. Jack London resolvió permanecer una temporada en la ciudad, visitó el East End donde comprobó las penurias y violencia social en que vivían los desterrados de la Revolución Industrial, sin empleo y sin techo -hoy les llamaríamos homeless-. El resultado literario de esa vivencia es People of the Abyss (Gente del abismo, 1903) -en mi opinión junto con Martin Eden y The Sea Wolf, una trilogía imperdible-; en esa crónica denunció la vida de los desheredados de lo que John Kenneth Galbraith habría de llamar 'la sociedad opulenta' en el East End londinense; a tal fin Jack London se hizo pasar por un mendigo, durmió en albergues públicos y compartió con los más pobres las pitanzas provistas por la caridad estatal o privada. Alimentos que, como London narra en el libro, muchas veces no pudo comer por su aspecto nauseabundo.

Al igual que Mark Twain con Un yanqui de Connecticut…, Jack London tuvo con este libro un éxito de ventas en los Estados Unidos y en el resto Europa; no así -era de esperar- en Inglaterra. Décadas después de su publicación People of the Abyss, tuvo un revival en la Alemania de Hitler y la Rusia de Stalin donde fue profusamente difundido. Ambos regímenes coincidían en la visión crítica del libro que denunciaba condiciones de vida de los desprotegidos en las democracias capitalistas, sin embargo en Alemania el libro fue censurado parcialmente eliminándose pasajes donde Jack London escribe de los judíos polacos emigrados; maguer reconocido antisemita convicto y confeso, Stalin no llegó a tanto.

En las artes plásticas, uno de los aspectos estéticos más notables que causó el avance hacia el oeste, fue el apogeo de una nueva manera de ver el escenario natural: el paisaje y la vida de los pioneros fue el motivo dominante en la pintura estadounidense del siglo XIX. Al principio fue el valle del río Hudson y las montañas Rocallosas (1825-1865), a medida que la nación expandía su territorio, comenzaron las vistas del Oeste e incluso algunos panoramas sudamericanos pintados por artistas-exploradores, como Frederick Edwin Church o Albert Bierstadt. Muchos de estos cuadros eran encargos de terratenientes y empresarios -fundamentalmente del ferrocarril-, para publicitar las posibilidades comerciales que ofrecían las tierras del far west y atraer nuevos inversionistas o fomentar los viajes de turismo.

En el campo del arte popular son de destacar las bellas láminas de la mítica casa Curier and Ives -autodefinida como Publishers of Cheap and Popular Prints- que, entre 1834 y 1907, publicó alrededor de 8000 litografías, ilustrando la vida cotidiana, sucesos de la guerra civil e infinitas imágenes sobre el avance de los colonos por las praderas o la navegación por sus extensos ríos. Para obtener este material, los propietarios de Curier and Ives enviaban a sus dibujantes acompañando las caravanas de carretas o el tendido del ferrocarril. Y al hablar de la navegación por los grandes ríos no se puede pasar por alto el élan de los pioneros y su iniciativa individual, un tema fundacional de la literatura norteamericana que fructificó en Life on the Mississippi (Vida en el Mississippi, 1883) y The Adventures of Huckleberry Finn (Las aventuras de Huckleberry Finn,1884); esta última, paradigma de "la gran novela americana".

Así, a través de la literatura y el arte la doctrina del Destino Manifiesto se propagó, y con ella la convicción de que la "misión" que Dios había elegido para al pueblo estadounidense fue la de explorar y conquistar nuevas tierras, con el fin de llevar a todos los rincones de Norteamérica la "luz" de la democracia, la libertad y la civilización. Además, contribuyó a dar una imagen de ‘artista norteamericano’, tallado según el ideal de 'Pioneers! O Pioneers!', hombre rudo, estoico, seguro de sí mismo, que, desde su individualidad, lucha por la democracia.

 

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