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La estética del Destino Manifiesto en las letras y las artes III

Hay que destacar una obra tardía del Destino Manifiesto que preanuncia el triunfo del arte norteamericano en la posguerra: las esculturas del Mount Rushmore, realizadas entre 1927 y 1941 por el escultor Gutzon Borglum, obra faraónica que demandó la ayuda de medio millar de picapedreros. La escultura muestra los rostros de cuatro presidentes estadounidenses: George Washington -primer presidente de los Estados Unidos entre 1789 y 1797- quien fomentó la exploración del entonces desconocido y promisorio Oeste; Thomas Jefferson -presidente entre 1801 y 1809-, quien literalmente duplicó el territorio norteamericano con la compra de la Louisiana a Francia en 1803 y envió a los exploradores Lewis y Clark para encontrar una ruta al Pacífico; Abraham Lincoln -presidente entre 1861 y 1865-, quien mantuvo la cohesión de la Unión durante la guerra civil y Theodore Roosevelt -presidente entre 1901 y 1909-, quien, en 1903, retomó el fallido proyecto francés construir el Canal de Panamá, inaugurado en 1914, con lo que se cumplió el viejo sueño de los Estados Unidos de contar con una vía comercial interoceánica de la costa este a la oeste evitando la tediosa y descomunal ruta del Cabo de Hornos.

Además, Roosevelt dio un paso trascendental por el triunfo de la cultura norteamericana, más allá de sus propias fronteras y, fundamentalmente en Europa. Graduado en Harvard, mundano y viajado Knickerbocker -aristócrata neoyorkino-, tenía una razonable educación y familiaridad con la literatura, la música y las artes. Entre 1884 y 1886, desolado por la muerte de su madre y su primera esposa -fallecieron el mismo día-, se retiró para hacer vida de ranchero en Dakota del Norte; allí vivió la vida de la gente de campo, crió ganado, realizó partidas de caza y persiguió y arrestó cuatreros. También, como cuenta la biógrafa Kathleen Dalton, leyó historia de su país, biografías, libros de viaje -entre otros: Parkman y Dana-, literatura -entre otros: Anna Karenina-, escribió una serie de artículos sobre la vida de los rancheros, cacerías y el avance sobre el oeste, obra que luego recopiló en cuatro libros, dedicados a Francis Parkman.

Kathleen Dalton escribe que, ya en la presidencia: "Roosevelt expressed concern that Americans has lived with so little world consciousness that they lacked 'savoir vivre', and he aimed to teach them how to celebrate the depth and breadth of American creativity. When he and Edith issued White House invitations and created a 'salon' of writers, artists, musicians, reformers and intellectuals, they wanted to show Americans and the rest of the world that there were greatness and largesse in American culture that deserved recognition" (Roosevelt demostró preocupación porque los norteamericanos habían vivido con tan poca conciencia del mundo que ellos no tenían 'savoir vivre', su objetivo era enseñarles cómo celebrar la profundidad y amplitud de la creatividad norteamericana. Cuando él y Edith -su segunda esposa- vivieron en la Casa Blanca cursaron invitaciones y crearon un 'salón' de artistas, músicos, reformadores e intelectuales, desearon demostrarle a los norteamericanos y al resto del mundo de que había grandeza y esplendidez en la cultura norteamericana y que ésta merecía reconocimiento).

Este pensamiento del matrimonio Roosevelt fue bautizado 'genuine Americana' y tuvo como asiduos a este salón de la Casa Blanca a los más conspicuos intelectuales y artistas, entre otros: Henry James, Edith Warton, Mark Twain, Louis Tiffany, Frederick Remington, John Singer Sargent; así como músicos populares de folklore nativo, negro spirituals y cow boy songs. Roosevelt se identificaba ideológicamente con el pintor Remington, pero su retrato oficial en la Casa Blanca lo realizó John Singer Sargent, lo cual habla a las claras de que, en el campo de las artes plásticas, tenía un criterio bastante refinado. Consciente de su bronco gusto musical, se hizo asesorar para no desmerecer su salón, y así incluyó a Pablo Casals, Jan Paderewski y cantantes líricos a sus reuniones. Posteriormente, Roosevelt enfatizó en que la música indígena y negra habría de ser la contribución estadounidense a la cultura universal. Con el triunfo del jazz en Europa y su identificación, a partir del advenimiento del nazismo y del stalinismo, como la música de la libertad, el arte norteamericano ya tiene una sólida base del otro lado del Atlántico Norte en la ecuación: arte norteamericano igual a democracia. Curiosamente incubado, alentado y alimentado por quien fuera creador de la política del "big stick".

 

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