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Consejos de escritores 2

En mi nota anterior reflexioné, Consejos de escritores 1,  a propósito de una cita de Erasmo de Rotterdam, que empezaría por algún consejo de mi autoría. Sigo mis pasos y los retomo cavilando sobre mi tercer consejo: el primer enemigo del escritor es el editor.

 1- Una de las versiones del mito de Orión dice que, además de un cazador temible, era bastante lúbrico y, en su desenfreno, habría intentado violar a la diosa Artemis o a su doncella. Por esta razón los dioses le enviaron un escorpión que lo picó y le dio muerte. Se non è vero, è ben trovato, porque la historia se ha venido repitiendo todas las noches -y se seguirá repitiendo hasta el fin de los tiempos- cuando la constelación de Escorpio se levanta por el este y la de Orión huye hacia el poniente. Por lo tanto tenés que transformarte en el escorpión que persigue y atemoriza al editor.

 2- Pudo haber ocurrido que a Miguel Ángel, luego de haberse pasado casi cinco años pintando la Capilla Sixtina, le hubiera resultado una obra menor pero de cósmicas proporciones. Ya lo dijo Ovidio -y volveré sobre y él en otra oportunidad- Ut pictura poesis (Así como la pintura es la poesía); lleva tanto trabajo escribir una obra mala como una buena. Tené ésto como una verdad absoluta, aunque no lo sea.

 3- Toda obra literaria, mucho más las de gran extensión, es como un largo viaje. No tratés de viajar como mochilero haciendo dedo y parando donde la suerte que lleve. Antes de empezar tu derrota -en el sentido náutico del término- pensá en el principio y en el final, pensá en cada uno de los personajes principales, pensá en sus vidas, relaciones, grandezas y miserias; creá una vida imaginaria para cada uno de ellos. Planificá tu itinerario de manera tal que, cuando surja cualquier imprevisto, estés en condiciones de superar los obstáculos, si es necesario tomar un camino alternativo, y así llegar hasta el fin que te has propuesto. Tu modelo -o parafraseando a Jacobo de la Vorágine: tu vida ejemplar- de viajero escritor debería ser el de Phileas Fogg, no Ulises. El verdadero oficio del narrador es escribir las de Ulises, no pasarlas.

 4- Tratá de llevar un diario de tu trabajo en proceso y de escribir a mano. Escribir a mano, con todos los borrones borrones y tachaduras te ayudará a seguir el flujo de tu imaginación. Muchas ideas fluyen mejor con la pluma que con el teclado. Cuando estés ya embarcado en tu trabajo verás que, cuanto más claras se vayan presentando las ideas, más nítida y prolija se vuelve tu letra manuscrita.

Este género literario: lecciones de escritores da para un grueso volumen. Pienso en París era una fiesta, uno de los raros casos donde la traducción mejora al original: A Moveable Feast, y dos de los artificios que usaba Hemingway cuando estaba sentado en un bar. El primero: ante la falta de inspiración se proponía escribir al menos una frase, sólo una frase, que fuera buena y digna de ser leída. El segundo: cuando ya estaba encaminado en su jornada de escritura, había llenado varias hojas de su cuaderno y sabía cómo seguía su relato, paraba; para dejar "que el aljibe de su creatividad se volviese a llenar". Al día siguiente leía lo que había escrito la jornada anterior y continuaba.

Hablé de Hemingway y recordé a otro escritor que nació el mismo año, Borges. Borges también cultivó el género lecciones de escritores, pero diciendo lo que no hay que hacer. A decir verdad, estas reflexiones las tengo por atribuidas a él. En todo caso, aunque sean apócrifas, no dejan de tener valor, siempre y cuando no se las tome al pie de la letra; y esto daría para otro consejo de mi autoría.

 4- Lee consejos de escritores, pero no te los tomes al pie de la letra. Nada peor que un escritor fundamentalista

 

 

Consejos de Borges: lo que no debés hacer cuando escribes.

 1- Interpretaciones demasiado inconformistas de obras o personajes famosos. Por ejemplo, describir la misoginia de Don Juan.

 2- Las parejas de protagonistas groseramente disímiles o contradictorios, por ejemplo: Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson.

 3- La costumbre de caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens.

 4- En el desarrollo de la trama, el recurso de juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares.

 5- En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector.

 6- Los personajes susceptibles de convertirse en mitos.

 7- Las frases, las escenas intencionadamente ligadas a determinado lugar o a determinada época; o sea, el ambiente local.

 8- La enumeración caótica.

 9- Las metáforas en general, y en particular las metáforas visuales. Más concretamente aún, las metáforas agrícolas, navales o bancarias. Ejemplo absolutamente desaconsejable: Proust.

10- El antropomorfismo.

11- La confección de novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulises de Joyce y la Odisea de Homero.

12- Escribir libros que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos.

13- Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una película.

14- En los ensayos críticos, toda referencia histórica o biográfica. Evitar siempre las alusiones a la personalidad o a la vida privada de los autores estudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.

15- Las escenas domésticas en las novelas policíacas; las escenas dramáticas en los diálogos filosóficos. Y, en fin:

16- Evitar la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio.

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