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Nueva York roba la idea de arte moderno. PARTE II

Segunda parte (continuación de: Primera parte).

 

La estética del Destino Manifiesto en las letras y las artes I.

 

Es importante reseñar el campo de las letras, por ser donde el territorio donde Estados Unidos logra sus primeros reconocimientos culturales en Europa, a través de dos textos fundacionales que tuvieron amplia repercusión del otro lado del Atlántico: The Oregon Trail: Sketches of Prairie and Rocky-Mountain Life (El camino de Oregón: apuntes de la vida en la pradera y las montañas rocallosas, 1847) de Francis Parkman y Two Years Before the Mast (Dos años al pie del mástil, 1848) de Richard Henry Dana Jr.

La semejanza entre los autores -si no de contenido, de motivaciones- ya permite hablar de una poética. Francis Parkman (1823-1893), bostoniano de clase alta, fue enviado de niño al campo por problemas de salud; aprendió a vivir como un colono: cazar, montar en pelo como los indios Sioux; restablecido, se graduó en Harvard para luego ejercer como abogado e historiador. En su libro narra la travesía que realizó de gran parte del llamado Oregon Trail (camino a Oregón), 3200 kilómetros que unían las llanuras de Independence, Missouri, con Portland, Oregón a las vistas del Pacífico; un recorrido entre cuatro a seis meses.

Quedaba la otra ruta a las costas del Pacífico, el hoy todavía respetable viaje desde el Atlántico vía Cabo de Hornos en velero; otro Boston Brahmin (aristócrata bostoniano), Richard Henry Dana Jr.,  se encargará de recorrerlo entre 1836 y 1838, y contar su experiencia. Richard Henry Dana Jr. (1815-1882) sufrió, en sus primeros años de estudiante de abogacía en Harvard, un ataque de sarampión que lo dejó con la vista debilitada e incapaz de concentrarse en sus estudios. Desesperado ante su lenta recuperación optó por un viaje al oeste, vía cabo de Hornos; su esperanza que la ruda vida de mar le devolvería su fortaleza y la vista lo llevó a enrolarse como simple marinero. Dejó constancia del inicio de su aventura: "El catorce de agosto era el día fijado para que el bergantín Pilgrim zarpara del puerto de Boston y emprendiera el viaje hacia la costa occidental de América del Norte, doblando el cabo de Hornos. Como debía levar anclas a primera hora de la tarde, me presenté a bordo a las doce en punto, ataviado de pies a cabeza como un marinero...".

Fue un viaje de ida y vuelta de Boston a Alta California, en aquella época territorio mexicano, intermediado por una larga estadía en las costas californianas. A su regreso, se graduó de abogado; su libro fue un best seller, traducido a las principales lenguas europeas y profusamente publicado en ediciones piratas. La influencia de este relato se hizo sentir en la narrativa de otro coloso, Herman Melville; no es detalle menor que, en la opinión de la crítica académica, en Moby Dick: "we can hear the the tones of Dana's voice from de forecastle" ("podemos oír los tonos de la voz de Dana desde el castillo de proa").

Por su parte Walt Whitman, en Leaves of Grass (Hojas de hierba, 1855) ya directamente alude al Destino Manifiesto. Cuando dice en 'Pioneers! O Pioneers!': "Come my tan faced children, / Follow well in order, get your weapons ready, / Have you your pistols? have you your sharp edged axes? / Pioneers! Oh pioneers!” ("Venid hijos míos de rostro bronceado / seguid bien en orden, tened vuestras armas listas / ¿Tenéis vuestras pistolas?, ¿tenéis vuestras hachas de agudo filo? / ¡Pioneros! ¡Oh, pioneros!").

Rápidamente la idea de una cultura norteamericana basada en la "conquista del oeste", indios -¿o nativos americanos?-, caravanas de carretas, colonos, gun-men, cuatreros y sheriffs, forma parte del imaginario colectivo de los dos lados del Atlántico Norte; Julio Verne y Emilio Salgari, entre otros escritores europeos, tratarán estos temas en algunas de sus novelas, también James Joyce dejará su testimonio en Dubliners cuando, en 'An encounter', nos cuenta juegos de su infancia, allá por 1880 en Irlanda: "It was Joe Dillon who introduced the Wild West to us… Every evening after school we met in his back garden and arranged Indian battles… He looked like some kind of an Indian when he capered round the garden, and old tea-cosy on his head, beating a tin with his fist and yelling: Ya! yaka, yaka,yaka!" ("Fue Joe Dillon quien nos hizo conocer el Lejano Oeste… todas las tardes, después de la escuela nos reuníamos en el jardín del traspatio de su casa y armábamos batallas con los indios… Parecía un indio de verdad cuando corría y daba saltos alrededor del jardín, una vieja funda de tetera en su cabeza, golpeando una lata con el puño y gritando: ¡Ya, yaka, yaka,yaka!").

Más allá de la narrativa de viajes, Edgard Allan Poe ya había llamado la atención de Baudelaire y su chevalier Dupin, antecesor del detective más famoso de todos los tiempos, el que vivió en 221B Baker Street. Sherlock Holmes.

Por su parte, dos escritores consagrados en Europa, Mark Twain y Jack London, cruzaron el Atlántico buscando tema para sus novelas, y no faltaron feroces críticas a Inglaterra por parte de los dos, acompañadas de sucesos de venta. El primero con A Connecticut Yankee in King Arthur's Court (Un yanqui de Connecticut en la Corte del Rey Arturo, 1886), donde nos ofrece la visión de un rudo y demócrata ingeniero norteamericano que hace un viaje al pasado y ridiculiza a los míticos caballeros de la mesa redonda. Esto fue en parte para exorcizar las novelas de Sir Walter Scott, que no gozaba de sus simpatías. En esta novela, Mark Twain echa mano a una comparación que hace destellar una faceta oculta de l'sprit del Destino Manifiesto; así dice al describir a los magullados y maltrechos caballeros prisioneros presentados en harapos ante la corte del rey Arturo: "Estos canallas no trataron mejor a los demás cuando se les presentó la ocasión… es simplemente un entrenamiento animal; éstos son apaches blancos".

 

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