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El baile de los 41 maricones Parte III

Tercera parte (continuación de: Segunda parte).  (P)

José Guadalupe Posada (1852-1913), infancia y juventud. Sus primeros años como ilustrador.

José Guadalupe Posada, el sexto de siete hermanos, nació en Aguascalientes el 2 de febrero de 1852 a las 10 de la noche, hijo de Germán Posada, de profesión panadero, y Petra Aguilar: "a girl of tlaxcalteca origin", aclara Rafael Carrillo en: Posada and mexican engraving: from the famous engraver of popular themes to contemporary artists. Por su parte, Pellicier enumera algunos de los incidentes violentos de los que fue testigo en su niñez, entre otros: la invasión francesa y el breve gobierno de Maximiliano de Habsburgo (1864-1867) que culminó con su ejecución en Querétaro.

Por su parte, Sánchez González revela los lúgubres auspicios de su nacimiento, infancia y adolescencia: Aguascalientes, esa noche de febrero de 1852, padecía una epidemia de cólera que, en los dos últimos años, había cobrado casi diez mil muertes y diezmado a muchas familias de la región. En 1863, la zona fue estremecida por el saqueo e incendio del mercado de la ciudad, por el bandido que asolaba la zona, Juan Chávez y su banda. Además, Aguascalientes fue teatro de enfrentamientos entre conservadores y liberales, que terminaban en batallas campales con ventanas apedreadas, apaleados y descalabrados.

Por otra parte es bueno poner en contexto que Posada, en sus 61 años de vida, pasó de vivir en una sociedad provinciana poscolonial y periférica, a ser testigo de los cambios de la modernidad en la capital de México que ya se empieza a perfilar como una de las metrópolis de Iberoamérica. De la diligencia y la iluminación con candiles al ferrocarril, el telégrafo, la luz eléctrica, el tranvía, el automóvil, el teléfono, la telegrafía sin hilos, los rayos X, los métodos antisépticos, la sulfamida, el aeroplano. Hechos que no solo marcarán su cosmovisión identificándolo, más aún, con los orígenes de mestizo pobre y con las causas populares; puesto que, todos estos adelantos, no sólo acentuaron las diferencias sociales sino que echaron más leña a la hoguera de la violencia política. Violencia que fue sino desde su nacimiento, cuyas imágenes lo acompañarán toda la vida y aflorarán de manera constante en su obra de ilustrador.

De niño, además de convivir con las actividades de su padre alrededor de la mesa de amasar y el horno para el pan, se entretenía en visitar a su hermanastro mayor que era zapatero, para verlo trabajar. Pronto sus preferencias se orientaron al taller de alfarería de su tío paterno Manuel Posada, donde empezó a familiarizarse con las formas plásticas del dibujo indígena, cuyo soporte más común de expresión después de la conquista fue la cerámica. Pronto empezó a ayudar al  hermano mayor, José Cirilo, el primer letrado de la familia, profesor de la escuela municipal -la única de Aguascalientes- y de orientación liberal.

La miseria resultante del caos político, sumada a la guerra de reconquista durante el corto imperio de Maximiliano de Habsburgo, hizo que, por falta de presupuesto para nombrar otro profesor, Cirilo lo llevara como ayudante de preceptor para entretener a los alumnos más irrequietos. Esta decisión de su hermano definirá los rumbos del precoz Don Lupe. Sus biógrafos rescatan una imagen de esta actividad atribuida a distintas fuentes: "Uno de los escasos testimonios sobre el niño Posada es consignado por Francisco Díaz de León, quien reproduce la cita de uno de sus contemporáneos, el historiador Rodrigo Espinosa, quien recordó: ‘Mientras sus condiscípulos estudiaban y escribían, [Guadalupe] se entretenía en copiar santos o monos de baraja que le servían de modelo, pues desde muy pequeño tuvo decidida afición por el dibujo".

Consciente de las habilidades de su hermano, Cirilo llevó al niño Guadalupe a la Academia de Artes y Oficios, donde tomó sus primeras clases de dibujo y caligrafía; Carrillo destaca que durante su vida habría de ganar varios premios y distinciones por sus habilidades como calígrafo. Poco se sabe de ese período de su vida, el único de su aprendizaje formal, no fue muy largo puesto que en un padrón realizado en Aguascalientes en 1867, cuando Guadalupe tenía quince años, ya figura su oficio: "pintor". Al año siguiente ingresa en el taller del maestro Trinidad Pedrosa, en ese momento reputado como uno de los mejores de México, y casi de inmediato empieza su carrera de ilustrador, desde el humilde trabajo de preparar las piedras litográficas, a la impostergable necesidad de llevar a esas piedras o planchas de metal y madera, las ideas o encargos que recibían, ejecutando desde el inicio de su vida profesional una amplia gama de ilustraciones, perfeccionado su estilo y aprendiendo desde la práctica cotidiana, ensayo y error. En 1871 ya es un dibujante reconocido; en la imprenta del taller de Pedrosa se publican algunos números de un periódico opositor: 'El Jicote. Periódico hablador, pero no embustero, redactado por un enjambre de avispas' (jicote, del náhuatl xikotli, es un tipo de avispa melífera).

Las caricaturas del caudillo local, el coronel Jesús Gómez Portugal, resultado del ácido lápiz litográfico de Posada, hicieron las delicias de los leedores contreras; no de los oficialistas. Derrotada la oposición, Pedrosa se suma al desbande y, en 1872, se exilia en León, Guanajuato, Guadalupe Posada lo acompaña y abren un taller de imprenta y litografía. Al año, aquietada la marejada política, don Trinidad Pedrosa regresa a Aguascalientes dejando a su discípulo al frente del negocio; cuatro años después deshacen la sociedad y Guadalupe queda al frente de la imprenta; poco después se casa.

Guadalupe Posada vivirá en León dieciséis prolíficos años. La ciudad era un polo industrial incipiente dedicado a la industria tabacalera, calzado, artículos de peletería y de cuero. Así, parte de su trabajo se orientó para atender esa demanda: litografías para cajas y cajetillas de cigarros, fósforos, folletos de propaganda, viñetas, diplomas, anuncios de todo tipo. Gran parte de estos trabajos han desaparecido, por los restantes, y atribuidos a su trazo, se puede ver la variedad de motivos, según Pellicier: "reproducciones de edificios públicos y paseos de León… deliciosas viñetas en los que abundan los arabescos y las ornamentaciones vegetales"; corpus tan incompleto como inclasificable dado su carácter de obra destinada a ser efímera.

Los oficios del arte de Guadalupe Posada se extenderán a otro campos y empieza a ser conocido como ilustrador de libros de todo tipo: históricos, literarios, infantiles, cancioneros morales y religiosos; actividad que mantendrá durante toda su vida de artista. Además es importante tener presente que la ciudad de León ha sido y es uno de los bastiones del catolicismo militante -la rebocería fina era una de sus industrias más reputadas- y el activismo católico mexicano. La ciudad de León fue uno de los enclaves del levantamiento cristero (1926-1929) y su municipio fue teatro de algunas batallas muy significativas de esa asonada.

Las demandas y necesidades del culto católico habrían de caer bajo el embrujo de las artes de Posada, que dejó su impronta en la ciudad y en el ideario religioso mexicano. Carrillo ha destacado la calidad de su obra como ilustrador de temas religiosos, mucha de ella aunque se trate de hojas sueltas y folletos, le sobreviven; porque el artista volverá sobre algunas de estas ilustraciones cuando se habría de radicar en la ciudad de México.

Parte de esta iconografía, fue recreada por Posada en trabajos para la imprenta de Vanegas Arroyo y de donde fueran rescatadas por la edición de Mexican Folkways e investigaciones posteriores. Entre otras permanecen sus reproducciones de: Nuestro Señor de la Salud, la Virgen de la Luz, la Virgen del Rosario, Nuestro Señor del Encino, Nuestra Señora de Guadalupe, San Sebastián, patrono de la entonces parroquia de León, y la imagen de Nuestro Padre Jesús, que se venera en el Templo de la Tercera Orden en la misma ciudad.

 

(Continua en: Cuarta parte)

 

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